La mirada del economista: ¿Es el siglo XXI el siglo de la desigualdad?

       Acostumbrados a una vida donde aceptar las desigualdades mundiales existentes es lo común, Branko Milanovic nos presenta como a través de distintas épocas y países, diversos economistas se plantean los motivos tras las desigualdades sobre la renta con su libro <<Miradas sobre la desigualdad>> donde explica las diferentes clases sociales que planteaban estos autores y lo enlaza con la perspectiva que tenemos a día de hoy. 


    En este libro, Milanovic no solo analiza las causas de la desigualdad, sino también las posibles soluciones y las implicaciones para la estabilidad social y política global. Este libro me ha dejado una sensación ambigua, entre la alarma por las conclusiones de su estudio y una ligera esperanza al considerar los enfoques y soluciones que propone.

    Uno de los puntos que más me impactó fue la forma en que Milanovic conecta el estancamiento de la clase media con la crisis financiera de 2007-2008. Durante años, las clases medias creyeron que su consumo podría reflejar su bienestar económico, sin darse cuenta de que sus ingresos reales apenas crecían. Este fenómeno de <<falsa prosperidad>> se desmoronó al estallar la crisis, dejando al descubierto la creciente brecha entre las élites económicas y las clases trabajadoras. El autor plantea que, mientras las clases altas acumulaban riqueza, las clases medias experimentaban estancamiento y las clases bajas caían en la pobreza. Esta desconexión entre consumo e ingresos es según él, uno de los síntomas más claros de un sistema económico que perjudica a la mayoría para favorecer a unos pocos.

    Además, me llamó la atención la forma en que Milanovic destaca el papel de la globalización en la creación de una élite mundial, que podría alterar profundamente las dinámicas de poder global. A través de su análisis, plantea la posibilidad de que, a medida que la globalización avanza, surja una clase de élites que operan en un sistema económico global, pero desconectado de las realidades nacionales. Este fenómeno no solo amenaza la democracia en países de todo el mundo, sino que podría traer consigo un aumento de la corrupción y la falta de justicia fiscal.

    El autor también nos invita a reflexionar sobre la desigualdad global, un tema que ya no puede ser ignorado. Con la digitalización y la recopilación masiva de datos, ahora podemos comparar la distribución de la renta a nivel global con un grado de precisión nunca antes alcanzado. Según él, los estudios empíricos revelan cómo las disparidades entre países y dentro de los mismos se han ido configurando a lo largo del tiempo, impulsadas por factores históricos como la colonización y la descolonización. La llegada de China al escenario mundial ha sido uno de los eventos más relevantes de este siglo, reduciendo la desigualdad global al tiempo que mostraba las brechas internas del país.

    A pesar de lo alarmante de sus conclusiones, el mensaje del autor no es completamente pesimista. De hecho, la posibilidad de mitigar la desigualdad, mediante políticas fiscales progresivas o mediante la redistribución de la riqueza, es un tema que se plantea a lo largo del libro. Sin embargo, la respuesta no parece estar en manos de los gobiernos nacionales, sino de una estructura global que debería incluir la cooperación internacional y el fortalecimiento de los mecanismos de justicia fiscal.

    ¿Es el siglo XXI el siglo de la desigualdad? Probablemente sí, si no se toman medidas decididas. Pero este libro también nos da las herramientas para reflexionar sobre cómo podría cambiar este curso. Al final, el cambio no depende solo de la acción de los gobiernos, sino también de la participación activa de la ciudadanía en la construcción de un futuro más equitativo.

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